Hacía un Enfoque Holístico en la Educación Ambiental
Luego
de la crisis ambiental desarrollada a partir de los efectos de la revolución
industrial y el surgimiento del pensamiento antropocentrista, que ve al hombre
como centro, superior y dominante frente a la naturaleza (Foladori, 2001) ha
comenzado esta búsqueda de establecer un vínculo con la Tierra y de lograr el
entendimiento de nuestro quehacer en este planeta. En este camino se han
desarrollado gran variedad de teorías y métodos que enfocan su atención en fomentar
actitudes, habilidades y valores que nos permitan alcanzar este estado de
simbiosis con el planeta. El primer pensamiento ambientalista que se opuso
frente al antropocentrismo dominante fue el ecocentrismo. Las primeras acciones
en miras a un desarrollo sustentable se han basado principalmente en este pensamiento
ecocentrista (Foladori, 2001). En este momento habría que reconocer los logros
establecidos por este paradigma, en el sentido que nos han permitido tener un
primer contacto con el entendimiento de la complejidad de la problemática
ambiental y dar los primeros pasos para solucionarla, pero esta visión radical
de cómo debería ser nuestra relación con el ambiente y sobre todo el hecho de que
se siga marcando esa división entre humano y naturaleza se ha quedado corta en
la obtención de resultados, puesto que si comparamos los objetivos que se
plantearon en la conferencia sobre Medio Ambiente Humano en Estocolmo, Suecia
en 1972 (, PNUMA 2019) y los resultados obtenidos en el reporte de
indicadores (INEGI, 2000) y las propias estadísticas de la ONU, (ODS 2020-2030)
todavía queda mucho camino que recorrer en varios aspectos esenciales para
cumplir estos objetivos. Entonces ¿qué es lo que está faltando? Tal vez es
momento de dar el siguiente paso frente al reto de la sustentabilidad.
Posterior
al ecocentrismo y a los pensamientos ambientalistas radicales, como la ecología
profunda, que se ubica en el ámbito de la modernidad y del positivismo
determinista y constructivista, ya en el siglo XX, emerge un nuevo paradigma reconstructivista
de la posmodernidad, llamado “ambientalismo humanista”. Al contrario de la “ecología
profunda”, en este pensamiento se permite una visión más amplia de los
problemas ambientales, y se enfatiza la visión del desarrollo sustentable y
desarrollo humano, que señala la importancia de conocer y respetar la relación
humano-naturaleza (Castillo y Zambrano, 2010).
La Educación
Ambiental (EA), es una ciencia nueva, que surge en respuesta a esta crisis y al
impulso del desarrollo sustentable (Quiva y Vera, 2010) por lo que las bases
teóricas y metodológicas que la sustentan aún están en construcción. Ya desde
el informe de la doctora Harlen Brundtland, en 1987 (Castillo y Zambrano, 2010)
se señala la importancia de implementar
educación ambiental como eje principal para lograr los objetivos planteados y es por ello que se han desarrollado gran
variedad de métodos para alcanzar esa sensibilización, pero la esencia de la EA
no ha sido asimilada por los educadores, según se puede observar en algunos
estudios realizados por Moreno y
Fernández, (2020); Aznar, Ull, Piñero y Martínez-Águtt (2017); Prosser, Romo y Rojas (2020) y Bravo (2011), en
este último, el autor nos plantea que
los profesores expresan sentirse “inseguros y necesitados de herramientas
metodológicas y epistemológicas apropiadas para implementar la EA” a esto viene
la pregunta, ¿qué metodología tendría que aplicarse en las escuelas y
comunidades para cumplir con la visión de desarrollo sustentable en la EA y
pueda ser asimilado por alumnos, maestros y comunidad? La respuesta está fundada en los orígenes de
la educación ambiental. Según lo expresa Quiva y Vera (2010), las experiencias
pioneras en EA estuvieron enfocadas en itinerarios y actividades en la
naturaleza y desde entonces, han sido este tipo de actividades outdoor y las experiencias estéticas (Andrade,
Bozelli, Figueroa y Freire, 2020) las practicas metodológicas que más éxito han
tenido en lograr esta sensibilización. Los autores Castillo y Zambrano (2010);
Calixto (2012); Sfeir-Younis (2009) y Andrade et al., (2020), concuerdan que la
educación ambiental orientada a un desarrollo sostenible debe de basarse en impulsar
el desarrollo personal del ser humano, en reforzar ese contacto con su
dimensión interior ya que plantean que es imposible desvincular el carácter
espiritual en el entendimiento de la naturaleza y la sensibilización de su
cuidado, pues esto ejerce un sentido de pertenencia en los individuos que los
impulsa a valorizar el entorno y a cuidarlo en consecuencia. Este enfoque holístico también fue plasmado en
la declaración de los años 2005-2014, como la década de la Educación para el
Desarrollo Sustentable, emitido por el consejo general de la ONU, en la que se
recalca que esta educación debe lograr orientarse hacia un nuevo entendimiento
de la realidad (Quiva y Vera, 2010).
La
tendencia moderna hacia las teorías poscríticas, las experiencias estéticas y a
la práctica de subjetividades (Andrade et al., 2020), así como hacia el
ambientalismo humanista (Castillo y Zambrano, 2010) y a las representaciones
sociales (Calixto, 2012), nos permite visualizar el enfoque holístico y
humanista que este neoambientalismo pretende implementar. En este sentido resalta
la metodología aplicada en la investigación realizada por Andrade et al., (2020)
en la Selva Amazónica, en la que se documenta la implementación de los
denominados senderos interpretativos,
en los que se dan paseos al aire libre a profesores y educadores ambientalistas,
orientándolos a lo que el autor llama experiencias estéticas con la naturaleza,
para que en un segundo momento, la población objeto tuviera un espacio para
plasmar su experiencia en una carta, estas fueron analizadas por el grupo de
investigación y con ellas se llegó a conclusiones interesantes. La mayoría de estas cartas apuntaban a la
asociación entre naturaleza y espiritualidad, recalcando la afectividad,
producida por el contacto con los elementos naturales, construyendo una relación
de pertenencia y afecto. Sfeir-Younis (2009) argumenta que “no habrá transformación
humana que resuelva los desafíos que confronta la humanidad si no tenemos una
experiencia viva de la interdependencia (..) para establecer nuevos sistemas de
educación se deben alcanzar niveles más altos de conciencia humana”. También señala
la falta de sensibilidad, como la principal responsable del deterioro ambiental.
Para hacer posible esta conciencia, esta afectividad y sensibilización, este
autor nos propone la experiencia, insertada en el desarrollo del ser en todas
sus dimensiones, entre las experiencias resalta, el yoga, la meditación, la
contemplación, programas colectivos en el campo, como la reforestación, ya que
plantea que ayudarán a crear esta nueva conciencia.
En su
análisis de resultados, Andrade et al., (2020) argumentan que si bien su
propuesta metodológica de implementación de senderos interpretativos y la
medición a través del indicador “cartas de percepción personal”, no es del todo
efectiva, precisamente por el carácter subjetivo de cada interpretación, si es
una primera aproximación a medir los resultados en la aplicación de una
metodología holística que contemple el desarrollo personal de los individuos así
como la vinculación y sensibilización
con la naturaleza que es la pieza que falta en el desarrollo de la EA.
Este
nuevo paradigma posmoderno, en el que resalta el ambientalismo humanista y una
visión interdisciplinaria y holística en la relación humano–naturaleza en miras
a alcanzar una verdadera sustentabilidad, entendida como una forma de conciliar
el desarrollo y el equilibrio del ecosistema (Ancona, López y López, 2015), hace un énfasis en el
conocimiento y la exploración de la naturaleza como un eje fundamental en el
logro de la sensibilización, lo cual tiene sentido ya que es difícil vincularte
con aquello que estas apartado, hace falta relacionar la teoría con el contexto
(Quiva y Vera, 2010), pues, ¿cómo podríamos
cuidar lo que no conocemos?. En este sentido habrá también que dejar atrás la
visión ecocentrista de ver la naturaleza como algo exterior y superior a
nosotros (Foladori, 2001), sino empezar a ser y sentirnos parte de ella, pues
para conocer a la naturaleza externa primero hay que conocer la naturaleza
interna que hay en nosotros mismos. El saber ser por encima del saber hacer (Sfeir-Younis,2009)
(Quiva y Vera, 2010). Para lograr una metodología exitosa en la aplicación de
la EA, es imprescindible añadir elementos que resalten estas experiencias estéticas,
que nos ayuden a conocernos a nosotros mismos y a la naturaleza que hay dentro
y fuera de nosotros, para poder sentirnos en conexión y que el actuar por el
bienestar de todos los seres sea algo natural y no forzado en cada individuo.
Yo propondría, además de los senderos interpretativos y los talleres de
capacitación ambiental la enseñanza de yoga y meditación con un enfoque
ambientalista, como vía para reconectar y hacer sentir a los individuos parte
de la Tierra y no entes separados. Quizá este primer paso, ayude a lograr esta
vinculación que nos impulse a saber hacer y también a saber ser uno con la Tierra,
pues la naturaleza no es inferior ni superior a nosotros, la naturaleza lo es
todo, incluyendo nosotros mismos y todo lo que nos rodea.
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